La poli preventiva antidrogas para delante de los colegios, como no hay clase, vigila a los Reyes Magos, más que nada para entrenarse y coger práctica. A los Reyes Magos y, sobre todo, a los pajes, que muchas veces no tienen ni papeles, ni contrato ni carnet de puntos para camellear. Avanza la cabalgata sobre las ruinas sepultadas que habitaron sus ancestros, semitas, camitas, amorreos, amorrortus, hurritas, jafetistas, salafeños, nabateos- en fin, todas esas naciones y/o nacionalidades medio históricas medio prehistóricas.
Avanza el cortejo y el atasco de Grancasa (¡big salchichazo!) llega hasta el meandro de oro. Y Melchor, como todos los años, se enciende el puro que es una webcam con detector GPS y SMS: a cada mensaje publicitario de su operadora se le encienden las bombillitas de los guedejones. Y Baltasar, a medio regularizar, a medio asumir por el fosco nativo de las encuestas, que dice a todo que no para quitarse la mala rasmia que le entra por tener que responder a encuestas sin cobrar. Baltasar este año ni se cantea. Avanza el cortejo ya un poco crepuscular y bamboleante: si no les cambian las fechas a los Reyes (y cómo vas a cambiar esa fecha sin pedir permiso al gran y al pequeño comercio), la cosa languidece en una festividad de rastro y de todo a cien. El rastro, lo primero que ha de hacer es no esparcir tanta basura, que asuman sus bolsas volantes, que se las metan en la cabeza, como las abuelas cuando caen cuatro gotas, que la guarrería no es Expo. Total que al suspenderse el partido de ayer se ha colapsado la ciudad. No hay nada que hacer. Lo que cuesta ganar una Liga y una Copa. Así que a Melchor lo ha detenido la brigada de preescolar por fumarse un puro de broma, por hacer publicidad sin ser un fórmula uno.
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